"Estas ganas de ti me controlan, me invaden, no me dejan ser. Esto no es normal." Dijo ella, sudada, con la respiración entrecortada y la mirada perdida. "No, no es normal, pero es genial." Él respondió, con una sonrisa mientras la miraba sudada, con la respiración entrecortada y la mirada perdida.
Era la cuarta vez que se encontraban, en la misma habitación en el mismo motel en el mismo mes. Sin nada que perder, sin vergüenzas, sin mamonerías, sin prejuicios, sin jurarse amor eterno, sin cursilerías.
Con él no habían besos escondidos, no habían manitos agarradas en el sofá, no había casa de playa ni sueño de un futuro para dos.
Con él sólo existía esa habitación. Una cama, tres espejos, una mesita, dos sillas, un baño y un tubo por si se les ocurría inventar. Palabras sucias, cuerpos sudaditos, gemidos y ansiedad recompensada. Sólo existía esa habitación donde mordidas, nalgadas, más palabras sucias y varios orgasmos sustituían a la rutina. "No es normal" repetía, como si la jodida normalidad fuera tan importante. "No es normal" mientras el le besa el cuello. " No es normal" mientras el le jala el pelo. "No es normal" mientras ella se le sube arriba, ansiosa por seguir disfrutando de su anormalidad.